Un suelo bien desinfectado, una cocina sin residuos, un aula sin residuos químicos. La eficacia no depende sólo del operario ni del protocolo, también debe apoyarse en el propio producto. Pero, ¿el convencional o el que garantiza ser más verde?
En este nuevo artículo del blog de Covamur, comparamos los productos de limpieza ecológicos con los convencionales, pero desde un enfoque práctico: rendimiento, impacto en salud, sostenibilidad y coste real. Y es que no hay promesas para los responsables de compra, estos necesitan argumentos.
¿Qué aportan los productos de limpieza ecológicos y los convencionales y cuando se aplican bien?
Cuando los etiquetamos como convencionales, nos referimos a esos productos que ofrecen una eficacia probada, especialmente en tareas donde la suciedad es persistente o el entorno exige resultados inmediatos. Ya sea en cocinas industriales o plantas de fabricación, su acción rápida facilita ritmos de limpieza intensivos sin modificar turnos ni protocolos.
Por su parte, los productos de limpieza ecológicos actuales han evolucionado en concentración, formulación y rendimiento. Y es que funcionan bien en rutinas de mantenimiento, en zonas con menor carga orgánica y, por supuesto, en espacios sensibles como aulas o salas de espera.
Además, los productos de limpieza ecológicos también aportan una ventaja operativa al tener menos restricciones en su uso diario por parte del personal.
En aulas con alta rotación o espacios de uso prolongado, el producto ecológico es una herramienta útil para mantener la desinfección, sin generar una saturación química
En ambos casos, elegir bien significa adaptarse al nivel de exigencia, a la normativa aplicable en función del residuo y al margen de tiempo disponible.
Límites operativos y condiciones donde cada uno exige más atención
Los productos convencionales, aunque eficaces, requieren una manipulación más controlada. Algunas fórmulas necesitan aclarado, ventilación o equipos de protección en determinados contextos. Esto implica formar al personal con precisión para evitar errores de aplicación.
Los ecológicos, por su parte, no siempre funcionan con la misma rapidez sobre residuos especialmente complejos. En tareas de choque o limpiezas intensivas, pueden requerir de una segunda actuación o de una acción mecánica adicional.
En definitiva, ambos necesitan protocolos claros, pautas de uso bien documentadas y una supervisión constante que garantice su eficacia real en cada aplicación.
Qué impacto tienen en el presupuesto y la logística de aprovisionamiento
El producto convencional suele tener un precio por litro más competitivo y accesible. Esta diferencia permite ajustar presupuestos inmediatos sin comprometer volumen de stock. Además, se encuentra con facilidad en múltiples formatos y canales de compra.
El ecológico, aunque tiene un coste unitario mayor, puede optimizarse si se dosifica correctamente y se integra en rutinas planificadas. A largo plazo, su uso puede reducir el desgaste de superficies, los riesgos asociados a su manipulación y las restricciones en zonas delicadas.
Desde Covamur, siempre aconsejamos elegir con una perspectiva que permita equilibrar el presupuesto mensual con el mantenimiento general del espacio.
Además de encarecer el presupuesto, una elección mal calculada también complica la reposición, altera el ritmo de los equipos y afecta al resultado final.
Beneficios en salud del uso de productos convencionales y ecológicos
El producto convencional, bien aplicado y en dosis correctas, cumple su función sin comprometer la salud del personal. Con un PLD bien definido, su uso diario no supone riesgo para operarios ni usuarios.
Los productos ecológicos amplían esa seguridad al reducir componentes irritantes y alérgenos. Favorecen un entorno más saludable, especialmente en espacios cerrados o con alta rotación de personas. Su ventaja es clara en comedores escolares, salas de espera o zonas de uso infantil.
En ambos casos, el beneficio está en la aplicación rigurosa y no se limita a la etiqueta del envase.
Sostenibilidad de ambos enfoques
El producto ecológico genera menos impacto ambiental, desde la producción hasta el vertido. Aporta valor añadido en licitaciones, y mejora la percepción externa del servicio, además de cumplir con las normativas obligatorias para obtener certificaciones, como la ISO 14001.
En el extremo contrario, encontramos el producto convencional. Este, cuando se utiliza con planificación, puede optimizarse en consumo y embalaje, reducir desplazamientos por reposición y ajustarse a sistemas de reciclaje o retorno. En definitiva, su sostenibilidad depende más de su utilización que de la fórmula o composición en sí.
